Bali
Hace más de 1.000 años los balineses la bautizaron como Bali Dwipa, isla de Bali, en honor a un rey mitológico de la India.

Emergente en el anillo de fuego del Pacífico, la isla cuenta con más de 4 millones de habitantes en 150 km de longitud y 90 de sur a norte. Es famosa por sus playas de ensueño, templos hinduistas únicos, deslumbrantes volcanes, enormes arrozales que forman sus asombrosos paisajes naturales y por su culto especial a las creencias orientales.

Durante siglos, japoneses y holandeses quisieron hacerse con su control, pero hace más de 50 años que pasó definitivamente a ser parte de Indonesia. Su población es casi en su totalidad hinduista, al contrario que en el resto de Indonesia, donde prima la religión musulmán. Esta fue nuestra ruta sobre la piel del diamante de Asia:

Mi amigo Randy y yo fuimos osados, volamos en diciembre. Si quieres evitar el periodo de monzón lo mejor es viajar entre abril y septiembre.
Llegamos al mediodía y compramos algo de dinero en las casas de cambio de la terminal, con una tasa abusiva. Un euro equivale más o menos a 12.500 rupias.
Kuta
Nos subimos a un taxi que rápido se atascó en el tráfico de la ciudad. Kuta es la zona turística más importante de la isla, y se nota. Motos viejas que transportaban familias enteras, taxis antiguos, bicicletas y tuk tuks llenaban a rebosar las calles que se adentraban entre casas bajas y vegetación salvaje. Autóctonos, turistas australianos y del resto del mundo se mezclaban entre la algarabía y puestos de comida callejera.
La lluvia de la mañana había dejado inundaciones parciales, y al llegar a la avenida de nuestro hotel nos encontramos con que estaba cortada con una caña de bambú. Última tecnología.

Nos bajamos del coche y con las botas empapadas subimos a la habitación a dejar rápido las maletas y disfrutar de las últimas horas de luz.

En las escaleras vimos un cartel que nos devolvió a los episodios más recordados de tsunamis en esas zonas de Asia.

Tras dos aviones de larga duración, esperar varias horas en Singapur y tomar un taxi que se hizo eterno, por fin alcanzamos a pie la playa de Kuta. Tres kilómetros de arena blanca con restaurantes locales y terrazas de auténtico lujo con unas vistas que enamoraban. ¡Era para saltar de alegría!



Saboreamos un atardecer dorado mientras decenas de surfistas (e intentos de surfistas) salpicaban las olas que alcanzaban el horizonte.

Thana Lot
Nos despertamos con ganas de comernos Bali. Volvimos al paseo marítimo y fue fácil negociar con un taxista que se hiciera cargo de nuestro viaje por unos 40€ de sol a sol, un precio más que razonable. Tardamos treinta minutos en llegar a la primera parada, templo de Tanah Lot, uno de mis sitios favoritos de la isla.

Tanah Lot significa ‘Templo de la Tierra en el Mar’. Hace medio siglo, la mitología cuenta que bajo los deseos del sacerdote Nirartha se construyó esta edificación sagrada que estaba protegida por cientos de serpientes en la base bañada por el mar.
En los viajes no sólo se conoce a gente autóctona que te descubre los secretos y diferencias de su cultura.
En el templo de Tanah Lot coincidimos con Jade, una aventuhera estadounidense que había recorrido sola muchos países de África, y llevaba varios meses surcando Asia. Era de esas personas que habían dejado todo para recorrer el planeta, y siempre iluminan el alma.
Decidió unirse a nuestro viaje, sumándose a una aventura que no había hecho más que comenzar.


El cielo volvió a recordarnos que estábamos en época de monzón, y en un abrir y cerrar de ojos se desató una enorme tormenta que revolvió la marea e inundó gran parte del templo.

Ubud
Nos adentramos en el corazón de la isla, buscábamos un bosque famoso entre los lugareños, un lugar donde los monos eran los reyes y vagaban a sus anchas sabedores de poseer el control. Ubud se descubrió como un pueblo plagado de templos en cada esquina, mercados de artesanía y un entorno mucho más tranquilo y enriquecedor que su vecina Kuta. Merece la pena dedicarle al menos una jornada.
Monkey Forest
Según nos acercábamos a la entrada, me llamó la atención comprobar que los monos de cola larga aparecían detrás de cara rincón incluso fuera del parque. Salían de entre los coches, tras los árboles, mientras no dejaban de observarnos con curiosidad.

Atravesamos la puerta principal y nos vimos sorprendidos por una densa vegetación mientras recorríamos el camino empedrado y éramos objeto de las miradas de cientos de homínidos. Decían que había más de 600.

Los animales eran muy juguetones y hábiles, y aunque dejes que se te acerquen, hay que mantener siempre el respeto y no darles de comer.
Cuentan que tres monos fueron enviados por los dioses para delatar y castigar las malas acciones de los hombres. Como cada uno tenía un defecto y dos virtudes, se les representaba en el siguiente orden: el mono ciego, el sordo y el mudo.

Ulun Danu Batur
Continuamos con la marcha y fuimos a uno de los lugares más famosos de Bali, el templo Ulun Danu Batur.
Fue creado en el siglo XVII en honor a la diosa Dewi Danu, de lagos y ríos.
En 1926, una erupción violenta del volcán Batur enterró bajo la lava al templo y al pueblo, a excepción del santuario más importante, dedicado a Dewi Danu. Los aldeanos se trasladaron al borde más alto y antiguo, y reconstruyeron su aldea y el santuario para volver a verlo florecer y hacerlo uno de los puntos más visitados de Indonesia.
Estaba salpicado por varias construcciones que veneraban a dioses del agua, montañas, agricultura… Y sin duda, lo más llamativo era que estaba levantado en un emplazamiento único, con el lago a sus pies.


Este templo hindú es tan venerado que aparece dibujado en los billetes locales.


Comenzó a bajar el sol y caímos rendidos sobre las sábanas. El día siguiente iba a ser duro, nos recogerían a las 2 de la madrugada para escalar el volcán Batur.
Volcán Batur
Una de las actividades más famosas entre los volcanes de Bali, es subirlos. Cuando parecía que acabábamos de pegar el ojo, sonó el despertador. Nos recogió una camioneta y desayunamos crepes, plátano y té sobre el traqueteo del asfalto. Tras una leve parada, volvimos a orillas del lago Batur, esta vez bajo una completa oscuridad, una densa niebla y envueltos del murmullo de la vida salvaje.
Iluminamos el camino con las linternas que nos dio nuestro guía y tras hora y media subiendo una cuesta cada vez más empinada, plagada de rocas humeantes y algún mono que nos dio los buenos días, llegamos a la cima para disfrutar de un amanecer que hizo que merecieran la pena el madrugón y el esfuerzo.

Por una vez en el viaje, el resto del día nos permitimos el lujo de dedicarlo a disfrutar de la playa, de los masajes balineses y a descansar.
Rafting
Al día siguiente volvimos a pasar a la acción. Destino, el río Telaga Waja, en el corazón de la selva balinesa. Un recorrido de más de 25 kilómetros y una dificultad de III y IV nos esperaban sobre aguas bravas embravecidas por las lluvias.
Balineses bañándose y limpiando la ropa en el río, cascadas en cada rincón y una vegetación descontrolada acompañaron el decorado de toda la aventura.


Un día completo con más de tres horas de rafting y un almuerzo delicioso a base de arroz y fruta nos dejó satisfechas las necesidades de liberar adrenalina.
Arrozales Tenganan
Al dejar atrás el río Telaga Waja nos dirigimos a Tenangan, para disfrutar de los arrozales que lo rodeaban. Buenas vistas, una fiel lluvia tropical y un lugareño que buscaba ganar algunas rupias fotografiando a sus maltrechos animales con los turistas, nos esperaban.




Continuamos la marcha y volvimos a la ciudad. Cenamos algo de comida en puestos callejeros y acabamos la noche tomando cerveza local rodeados de australianos en los animados pubs de la zona de Kuta más famosa para disfrutar de la nightlife de Bali.
Padang Padang
Amaneció un día espléndido. Fuimos haciendo autostop a una de las playas más famosas y escondidas del paisaje. Pusimos rumbo al sur y tras recorrer una serpenteante carretera de doble sentido llegamos a un parking donde nos pidieron 10.000 rupias por bajar a la costa. Los pagamos sonrientes y nos dispusimos a bajar los 175 escalones que nos separaban de un trocito de edén.


Al descender encontramos poca gente, un chiringuito de anuncio, arena que parecía harina y una roca famosa en las postales de Padang Padang. Como en cada playa del litoral, varias tablas de surf asomaban a lo lejos tratando de dominar las olas.

Blue Point

Queríamos seguir disfrutando de un día de increíble sol y continuamos nuestra ruta de playas. Al llegar a Blue Point tuvimos que descender varias escaleras de piedra entre algunas casas bajas, un restaurante para surferos y un hotel con una piscina de ensueño. Sin embargo, ninguna construcción artificial hace sombra a la obra de la naturaleza. Encontramos una cueva preciosa, pudorosamente oculta a los ojos de los curiosos y de difícil acceso a sus visitantes.


Cuando la marea estaba baja, la cala de Blue Point servía como lanzadera para decenas de bañistas y surfistas.


Pura Uluwatu
Dejamos para el final el templo que más ganas teníamos de conocer, Pura Uluwatu (Templo del Acantilado), sobre el filo de un precipicio de casi 100 metros de altura.
Con 500 años de antigüedad, el santuario conservaba la arquitectura balinesa. Estaba dedicado a la diosa Dewi Danu y la leyenda decía que la edificación eran los restos de una parte de su barco, petrificado sobre la roca.

Al llegar nos dejaron telas para cubrir nuestras piernas y fuimos a la parte más alta a tomar las mejores fotos del atardecer. Varios monos vivían cerca de la muralla y se acercaban a los visitantes en búsqueda de comida o lo que pudieran sustraer de los más despistados.





Me eché un buen amigo, Abú, que quiso hacerse un selfie conmigo para los seguidores del blog de Viajes Carrefour.


Al caer el sol, asistimos a uno de los espectáculos más turísticos de la isla, donde en una representación coral de cerca de una hora explicaban en lengua balinesa y disfraces mitológicos la historia de la isla. Bastante divertido.

Cayó el sol y una línea incandescente pareció dividir el cielo del mar. Bali es famosa por tener los atardeceres más bonitos de Asia, doy fe.


Bali ha superado con creces los episodios de principios de siglo para reconvertirse, darse un lavado de cara y volver a brillar, como ha hecho siempre después de los golpes que le ha lanzado la historia. Una isla de mitos únicos, de mentes despiertas y hospitalidad en cada rincón. Mezcla a viajeros australianos y locales, costumbres legendarias y el turismo de la cultura occidental. De contrastes de playas, volcanes, templos, selvas y carretera. De sorpresas y de sobresaltos, de sonrisas, monos traviesos y ríos salvajes. De danzas ancestrales, de hinduismo y de ofrendas en las aceras. De pagodas, de lagos, de silencios y de ruidos. De belleza natural, y belleza artificial. De pureza y de excesos, de surferos y de yoguis, de novios que comparten su luna de miel y de solitarios que quieren reencontrarse. Si buscas atardeceres, aquí tienes los mejores, pero los mejores de verdad. Bali tiene todo eso y todo lo que tú quieras ver, porque un viaje es como un libro, cada uno interpreta su propia aventura.

Hasta pronto, Indonesia.
«un viaje es como un libro, cada uno interpreta su propia aventura» y así me encuentro yo: a punto de abrir la portada de una nuevo libro llamado Bali. Gracias por compartir esta información en tu blog y mostrarnos un poco sobre este lugar a través de tu propia experiencia. Sin duda, me llevo un par de ideas. Me ha gustado mucho la excursión que cuentas de subir al volcán de madrugada. ¡Allá vamos Bali!
Gracias Aventuhero
¡Hola Marina! Me alegra mucho que te sirva de ayuda mi experiencia y disfrutes de Bali, es una isla mágica.
Cuidado con el volcán que últimamente está revoltoso!
No olvides sobre todo visitar el templo de Thana Lot, disfrutar del atardecer de Uluwatu y darte un baño en la increíble cala de Blue Point.
Un saludo y a vivir viajando.