Broche perfecto para el Caribe de África
Martina y yo seguimos nuestra ruta a través de la perla del ‘Caribe africano’ y teníamos varias paradas pendientes para disfrutarlo a fondo.
Blue Safari
Dennis nos tenía preparada una sorpresa que no teníamos prevista en el itinerario, una exclusiva experiencia a través de los secretos mejor guardados de los islotes que rodean la isla, conocida como Blue Safari.
Una madrugada más, el joven tanzano nos estaba esperando en la puerta de nuestro hotel para llevarnos al extremo suroeste del mapa. Una hora de traqueteo y modorra mientras los primeros rayos del alba se colaban por la ventanilla. Dirección: una pequeña playa donde nos esperaba un nuevo patrón con una sonrisa pegada a una mirada despierta y alegre por recibirnos. Nos subimos a una pequeña embarcación de madera con un viejo motor perezoso que no se decidía a arrancar. Por fin, la barca emprendió la marcha y surcamos el turquesa de las olas encaminados a nuevos lugares de los que enamorarse.
Manglares de baobabs
La primera parada fue los manglares de baobabs en agua salada. Tras un largo trayecto a ‘velocidad de crucero’ donde nos topamos con varias aletas de delfines que nos daban los buenos días, llegamos a una laguna de aguas mansas, transparentes y cálidas.
Varios atolones protegían un lago donde nos bautizamos en un oasis que parecía haber estado oculto a los ojos de los visitantes durante toda una eternidad.
Snorkeling en mar abierto
Tras relajarnos en el agua marina recuperamos la embarcación y nuestro capitán nos alejó varios kilómetros de allí para que saltáramos en medio del océano a hacer snorkeling.
Tirábamos migas de pan y miles de peces de todos los colores nos rodeaban mientras nadábamos. Cada vez crecía más el apetito por hacer inmersiones de buceo en la isla.
Caminar sobre el mar
¿Cómo hacer realidad el milagro de caminar sobre el mar? Después de hacer snorkeling, nuestro patrón nos dijo que nos iba a descubrir un lugar donde podríamos andar por el agua.
Cerca de donde habíamos nadado había una lengua de arena que emergía del mar y se fundía con las olas.
En pocos minutos puso rumbo a uno de esos lugares que no olvidaremos fácilmente.
Dale al play y compruébalo tú mism@ a ritmo de Freddie!
Mariscada en la isla de Kwale
El tiempo en Zanzíbar vuela, sobre todo si estás descubriendo de primera mano playazas difíciles de creer y un mar embriagador que te deja con la boca abierta.
Se nos abrió el apetito y por fin fuimos a comer. Cerca del banco de arena hay una pequeña isla llamada Kwale.
Comimos pescado fresco, gambas, pulpo y un poco de arroz hervido: perfecta dieta tanzana.
Descansamos en la arena y compramos figuras de madera hechas a manos MUY LOGRADAS y a un precio inmejorable.
Después de hacer la digestión, visitamos el baobab más antiguo de Tanzania como colofón a un buen plan llamado Blue Safari.
Parque Nacional de la Bahía Jozani Chwaka
Con las ganas de aventura saciadas, cayó la tarde y quisimos saborearla entre la fauna más salvaje. Nos encaramos hacia uno de los destinos más populares del mapa, el parque Nacional de la Bahía Jozani Chwaka, el único parque nacional en la región.
Una vez más, el traqueteo del coche fue constante durante casi una hora hasta que llegamos a la entrada del lugar.
Según nos decían, el área abarcaba casi 50 kilómetros cuadrados de selva protegida con senderos señalizados y accesibles a todo tipo de visitantes, donde se trabajaba por conservar la biodiversidad de la zona con dos pilares como máxima: el inmenso bosque de manglares y el único lugar donde es posible encontrar los famosos colobos rojos.
Los colobos rojos son una especie de mono característica de Tanzania que está en peligro de extinción. Varios capítulos de desencuentros con sus familiares lejanos, los chimpancés, los pusieron en el punto de mira hasta que su número se ha reducido a alrededor de 1.000 en todo Zanzíbar.
Si has estado en el bosque de monos de Ubud (Bali) , te recordará bastante, aunque en Jozani está prohibido tocar a los simios.
Tras pasear a través de los caminos y fotografiar la agilidad de unos monos de aspecto amigable y una mirada penetrante, volvimos al coche de Dennis para ver el atardecer en la playa y terminar con los pies enterrados en la arena un día que había sido muy intenso.
Bucear en Zanzíbar
Había un asunto pendiente con la isla y había llegado el momento de saldarlo.
Nos habían hablado muy bien del fondo marino, y tras nadar con delfines y hacer snorkeling en el Blue Safari, las expectativas estaban muy altas.
Era diciembre y estábamos en un día perfecto, entre noviembre y marzo es la temporada seca y el mar está en calma. Las corrientes de la zona se vuelven peligrosas en época de lluvia. Aún así, si tu objetivo es ver tiburones ballena, los mejores meses son marzo, agosto y septiembre.
Hay sobre todos dos puntos fetiche donde descubrir los secretos que guarda la isla bajo las olas.
La costa sur es la menos conocida, pero tiene el privilegio de bucear con menos compañía de turistas. El mayor reclamo es la zona de Kizimkazi, una pared de arrecife de coral plagada de vida submarina, no de gran tamaño pero sí de especies exóticas y coloridas.
En la parte norte, cerca de la playa de Nungwi se concentra la mayoría de centros de buceo. Es aconsejable reservar tu inmersión con bastantes días de antelación porque suelen estar completos. Nosotros nos decantamos por la parte norte.
Llegamos poco después del amanecer y nos subimos sobre la lancha que nos llevaría a uno de los lugares más famosos de la zona, el Atolón Mnemba.
El acantilado submarino llamado ‘Level Bank’, los arrecifes de coral bautizados como Kichafi, El Aquarium es famoso por parecer que nadas en un acuario gigante lleno de vida. Small Wall y Big Wall son dos cortes en el suelo submarino que da la impresión de estar delante del muro de Juego de Tronos, desde fuera del agua se puede comprobar perfectamente dónde comienza el escalón hacia el abismo. Kokota, Kichwani y Wattabomi son otras de las paradas obligadas para todos los buceadores que se queden con ganas de más.
Podrás ver tiburones martillo, grises, barracudas, mantas y tortugas marinas. Tras unas cuantas inmersiones explorando la zona, nosotros nos tuvimos que ‘conformar’ con ver coral decorado por millones de bancos de peces de los colores más vivos.
Tras varias horas surcando las profundidades de la isla, sólo nos habíamos alimentado de pollo y fruta a bordo de la lancha, así que estábamos hambrientos cuando volvimos a tierra firme a la hora del atardecer. Había un lugar del que todo el mundo nos había hablado para disfrutar de un banquete muy especial.
The Rock
Volvimos a poner nuestro cuentakilómetros en marcha e hicimos un nuevo trayecto que nos llevaría al este del mapa.
Los caminos a través de las carreteras de barro y grietas son largos, pero tómalos con calma y disfruta de las sonrisas infinitas que te regala cada esquina. Es aconsejable caminar por las calles de Zanzíbar, y perderte. Bajar del coche y mezclarte con la gente. No importa llegar rápido, importa sentir el latir más profundo de la isla.
Finalmente avistamos el último destino que habíamos reservado en nuestro cuaderno de bitácora, un restaurante con personalidad propia que se adentra en las aguas del Océano Índico conocido como ‘The Rock’.
Era la cena de NocheVieja, y ya que no íbamos a compartirla en familia, queríamos darnos un homenaje especial. Cuando la marea está alta, se necesita coger una barca para llegar a ‘La Roca’. Nosotros accedimos con marea baja y pudimos llegar a pie.
El salón principal tenía capacidad para no más de 15 mesas y la terraza era muy pequeña, pero acogedora y con un encanto como pocos lugares en los que he estado.
Nos dejamos deleitar con un menú de comida autóctona. Como siempre, el pescado fresco y de primera calidad es un Trending Topic en el menú de todo buen tanzano que se precie. Lo mezclamos con risotto y un buen vino tinto, que nos permitió brindar a la luz de las velas saboreando la última puesta de sol del año.
Gracias Zanzíbar por un broche inmejorable a 365 días frenéticos de viajes, alegrías y días duros de esfuerzo y superación personal. Aquí te dejo un resumen de poco más de dos minutos donde te muestro cada paso de nuestro viaje, al son de música tropical, sonrisas y drone.
Hasta el próximo viaje!
#Aventuhero
