Cinque Terre: Italia, qué hermosa eres
Cuando cinco maravillas de la arquitectura natural y humana se encuentran tan cerca las unas de las otras, no podemos sino dar gracias y recorrerlas todas, sin excepción, para conocer sus matices. Es lo que deberías hacer si visitas los cinco pueblecitos de Cinque Terre, en la región de Liguria, que pegados al mar iluminan con su abanico de colores las montañas de la provincia de La Spezia. Nosotros te los presentamos como Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore, ahora te toca a ti descubrir en primera persona su carácter cautivador. Y la mejor manera es en tren desde La Spezia, un trayecto inigualable que pasarse entero con la cara pegada a la ventanilla.
Isla de Burano: no es sólo fachada

Que Venecia es el culmen del romanticismo es algo que ya hemos aprendido a estas alturas, pero es que a la isla de Burano, además de la belleza de sus canales, hay que añadirle el colorido de sus casas. Los dueños se afanan por mantenerlas impecables y las pintan cada cierto tiempo, ya no sólo porque siempre están en el punto de mira de todos los turistas, sino porque además el claro reflejo en el agua delataría, si las tuviese, sus imperfecciones. La mejor manera de recorrer este pueblo situado a siete kilómetros de Venecia es en ‘vaporetto’ (como un autobús acuático), y en él, además de sus casitas de colores, merece la pena visitar el Museo del Encaje.
Eguisheim: una belleza redonda
Eguisheim forma parte de la asociación ‘Les Plus Beaux Villages de France’ (Los Pueblos Más Bellos de Francia), encargados de velar por los intereses de las joyas que encierra en su interior el territorio francés. Y podemos dar dos motivos para ello: en primer lugar, el colorido de las casitas que no puede pasar desapercibido para los viandantes, una moderna apariencia que además contrasta con el carácter medieval del pueblo, asentado en el siglo IV. Y en segundo lugar, las calles forman un círculo alrededor de lo que en su momento fue un castillo.
Nyhavn: un puerto de cuento

Es de las pocas veces que esta descripción no es una forma de hablar, porque precisamente en Nyhavn está el que fue el hogar del escritor y poeta danés Hans Christian Andersen. Es difícil encontrar otro lugar con más luz y color en todo Copenhague (Dinamarca) que el que hay en su puerto, construido en el siglo XVII. Elige cualquiera de las cafeterías de por aquí para contemplar la alegría de las casitas que alternan distintos colores (pero todos relucientes). El ancla que está situada donde empieza el canal viene cargada de historia, pues sirve como homenaje a los marinos daneses que fallecieron en la Segunda Guerra Mundial.
Jodhpur: el otro cielo de la India
Está localizada en pleno desierto de Thar y se ha ganado el sobrenombre de Ciudad Azul, lo cual podemos interpretar como un ‘spoiler’ de lo que nos espera. Fueron los brahmanes los primeros en atreverse a pintar las fachadas de sus casas de este color, con la pura convicción de que así conseguirían espantar tanto al calor como a los mosquitos. Después, otras castas imitaron la costumbre y el resultado está ante tus ojos: un abanico de blancos y azules que por un momento nos hacen preguntarnos si no estamos en alguna localidad costera de Grecia.
Tobermory: se han parado los relojes
Existía una tradición en Escocia que era pintar las casas de los pueblos de pescadores de diferentes colores, para que así los marineros las pudieran reconocer desde lejos. Después de tanto tiempo en el mar, no era cuestión de equivocarse, ¿verdad? Situado en la isla de Mull (Hébridas Internas, Escocia) aquí parece que el tiempo se haya detenido en siglo XVIII, pero no es así: no faltan las tiendas, hoteles ni entretenimiento para el turisteo. No te pierdas la bahía, los botes pesqueros entran y salen sin permitir que el ritmo pare ni un segundo en este lugar.
Cudillero: la mar de colores
Apenas llegan a cinco mil los habitantes de este pueblo asturiano que vive del mar y junto a él. La sucesión de casitas que parecen colgar del mar es una de las estampas más alucinantes de Asturias, con sus edificaciones escalonadas, sus callecitas estrechas y empinadas y, cómo no, su mítica plaza. Aquí se pelean por captar tu atención todo un arsenal de bares típicos donde degustar la auténtica sidra asturiana con unas vistas inmejorables: las casas, el puerto, y al fondo, el mar. Pero la estampa mejora, aunque cueste creerlo, si nos animamos a subir por las escaleras que rodean a las casitas. No viene mal un poco de ejercicio para disfrutar del cabrales sin remordimientos.
Klima: la Grecia irreverente

Mientras que en la mayoría de poblaciones griegas predomina el color blanco o el azul, en Klima no sorprende encontrar rojos, verdes o amarillos. Estamos en un pequeñísimo pueblo pesquero situado en la isla de Milos, y si algo sorprende es la cercanía al mar de sus casitas, ahora habitadas por marineros retirados: parece que sacando los pies por la ventana pudieras refrescarlos. Cada vivienda posee su propio embarcadero, y si el conjunto es totalmente imprescindible, tampoco podemos dejar de recomendarte que asistas al espectáculo visual de ver el atardecer desde su puerto.