Lisboa, la capital de Portugal. La bella ciudad donde muere el río Tajo.
Romántica. Llena de contrastes. Con sabor añejo. Melancólica como los fados, desgarradoras canciones por no llamarlos llantos con música, que la han hecho famosa. Eternamente hermosa. Ubicada sobre siete colinas, detalle que ha marcado su estilo de vida y su orografía. Las calles forman un juego de alturas y para salvar los desniveles se han creado un entramado de elevadores, funiculares y tranvías que te llevan a los abismos y te descubren miradores maravillosos.
Cómo moverse
Lisboa es una ciudad con tranvía y este medio de transporte define también su personalidad. Ver circular los viejos trenes eléctricos no es sólo una de las estampas más características de las capital portuguesa. Es también importante tener en cuenta que son el mejor medio de transporte para moverse de un lado a otro.
Circulan por todas partes circulan. Hay, concretamente, cinco líneas de tranvía que atraviesan la ciudad de una esquina a otra. Pero hay uno que destaca por encima de todos: el famoso tranvía número 28 el cual circula por toda la urbe y es recomendado para los visitantes que quieran hacer un recorrido por lo más emblemático de Lisboa. Desde el barrio viejo y con parada las zonas más importantes y turísticas de la capital de Portugal.Otra línea de tranvía que lleva a los puntos más interesantes y que conviene tener controlada es la número 15.
Otro medio típico de Lisboa, y que ayuda salvar los mencionados desniveles, son los elevadores o funiculares. También son de color amarillo.Lamentablemente sólo quedan tres en funcionamiento de los ocho que hubo en la ciudad: el de Gloria, el de Lavra y el de Bica, que recorre la sinuosa calle de Boavista. Subirse a ellos es un viaje al pasado con todos los matices.
La misma sensación se tiene al subirse al ascensor de hierro de Santa Justa, (obra de un discípulo de Gustavo Eiffel) y que nos lleva al elegante y cosmpolita barrio del Chiado. ¡Ojo! las colas para subir al famoso elevador a veces contribuyen a ahuyentar al viajero. Si quienes no les guste esperar, no se preocupen. Las vistas son bonitas pero similares a las que se contemplan desde otros miradores de la ciudad.
Los elevadores y tranvías también nos acercan a los famosos y tan típicos miradores de Lisboa, espacios desde donde contemplar las mejores panorámicas de la ciudad. Hay muchos, pero quizá los más hermosos sean: el Mirador de San Pedro de Alcántara; el de Santa Lucía (en los alrededores de la Seo y el Castillo de San Jorge, en el barrio de Alfama); el cercano Miradouro da Graça o el mítico mirador de Santa Catarina en el Chiado.
Si puedes, vete a todos pues cada uno muestra una cara distinta de la ciudad.
En Lisboa también hay metro, según algunos, uno de los más bonitos de Europa por la belleza de alguna de sus estaciones decoradas con los valorados azulejos portugueses. Y una amplia red de autobuses. Cabe apuntar que en los últimos años han proliferado como setas los tuk – tuks. Una iniciativa municipal destinada a eliminar medios de transporte
contaminantes. Recorrer Lisboa en carruajes de inspiración asiática es ya una opción posible, curiosa y además, divertida.
Una vez ubicados, toca ir en busca de lo mejor de la ciudad. Alfama, Graça y Castelo son los barrios más viejos y quizá también los descuidados. Aunque muchos lisboetas aseguran que les hace falta una buena mano de pintura (algunas calles y edificios ya están en proceso de rehabilitación, sobre todo los edificios con azulejos) la realidad es que sus estampas con sabor añejo forman parte de la esencia de Lisboa.
¡Vamos allá!
La Lisboa tradicional: Alfama y Castello
Es la Lisboa más encantadora, compuesta por los barrios de Alfama y Castelo, situados en la zona más elevada de la ciudad y habitados por marineros y pescadores los cuales le imprimen ese sabor tan especial. Sus calles angostas, tortuosas y laberínticas donde la ropa seca siempre al sol, su pasado musulmán (su nombre original era Al –Hamma) y judío (del que apenas quedan vestigios debido al gran terremoto que asoló Lisboa en 1755). Y su privilegiada ubicación con vistas al Tajo siempre conquista al viajero, aunque cabe también advertir del desencanto ante una zona también decadente y en parte descuidada. Y donde se esconcen los mejros locales para escuchar fados.
Entre los imprescindibles de Alfama y Castelo sin duda el ya mencionado mirador de Santa Lucía, buen punto de partida para la ruta. Visita la iglesia de San Vicente, el palacio de Azurara, las iglesias de Santo Estevo y San Miguel. Y por supuesto, el castillo de San Jorge con sus once torres y en cuya explanada reina la figura de Alfonso Enriques, el primer rey de Portugal y el conquistador de Lisboa. Maravillosas las vistas desde el castillo del estuario del Tajo al cual apuntan aún los cañones de defensa.
El centro de Lisboa: A Baixa y O Carmo
Son los barrios que dan forma al centro neurálgico de Lisboa. Abarcan desde la gran Plaza del Comercio, el corazón de la ciudad con vistas al río Tajo. Hasta la del Rossío, quizá las dos más emblemáticas de la ciudad.
Entre estas dos plazas se siente el latido de Lisboa, y su historia plasmada en distintas referencias como la escultura ecuestre del monarca portugués José I, el creador de la llamada Lisboa moderna, que preside la plaza del Comercio, hasta el arco triunfal que da acceso a este “cuadrilátero” y que simboliza la grandeza de una tierra nacida gracias a las victorias y derrotas obtenidas en cientos de batallas.
Esta plaza es también la referencia para moverte por Lisboa pues de aquí parten muchas líneas de tranvía y de autobús. Y de aquí parte la vía Augusta, quizá la calle más famosa de la ciudad. Es peatonal y se presta al paseo. Es también una de las más vitales siempre llena de gente, artistas que exponen su obras, tiendas de recuerdos… Si al recorres atento a la calle de santa Justa, donde te encontrarás de frente con el elevador.
Cuando caminando tranquilo llegues a la plaza do Carmo, no olvides que es este el escenario donde se gestó, un 25 de abril allá por el año 1974, la famosa Revolución de los Claveles con la que los portugueses pusieron fin a los cuarenta años de la Dictadura de Salazar.
De compras por el Chiado y el Barrio Alto
Quienes quieran aprovechar el viaje para ir de compras, deben dirigirse al barrio más comercial, el Baixa Chiado, Es la zona donde se ubican las grandes firmas, las marcas internacionales, la gente guapa, el ambiente más cosmopolita. Donde las tiendas más modernas conviven con viejos establecimientos con sabor añejo. Donde el acero y el cristal que marca el diseño de los locales más nuevos se mezcla con viejas pero encantadoras fachadas de azulejo y calles peatonales donde se ubican terrazas en las que descansar entre compra y compra. Cafés donde pedir una “bica”. Y tomar un pastel de nata.
Quienes prefieran callejear en busca de tiendas más alternativas, pueden dirigirse al vecino Barrio Alto, entramado de callejuelas donde prima la originalidad. Chocan esas fachadas de casas están recubiertas de graffitis que conquistan a unos y espantan a otros. Los que se animen a subir y bajar por estas empinadas callejuelas seguro descubrirán tesoros
materiales y gastronómicos. Restaurantes, tiendas de pequeños diseñadores, anticuarios de toque retro y locales de música en vivo y fados. Aquí se concentra todo.
Lo mejor, para no perderse a la hora de ir de compras, es hacerse con una de las llamadas guías Convida donde se detalla con fotos y direcciones todas las tiendas barrio a barrio. Son gratuitas y suelen estar a la entrada de las tiendas y restaurantes.
La Lisboa moderna
Si quieres visitar la Lisboa más moderna debes poner rumbo a la zona del Campo de las Naciones, donde se alojó la Exposición Universal en el año 1998. La estación del tren de Oriente, de Santiago Calatrava, la torre Vasco de Gama (hoy un hotel), el puente del mismo nombre sobre el río Tajo, de 17 kilómetros de largo (más grande que su vecino puente 25 de abril), el Oceanario (o acuario)… Un conjunto que es a la vez un ejemplo
de cómo se puede transformar una parte degradada en una agradable zona turística y residencial. Es curioso comprobar como Alfama y el moderno Campo das Naciones son dos caras de una misma ciudad donde la vida, a veces, parece que discurre a dos velocidades.
Toca también hablar de las novedades y esta tiene un nombre propio. Si te gustan los museos con la vanguardia como protagonista, tienes visita obligada al MAAT, siglas que definen al recién inaugurado Museo del Arte y la Tecnología alojado en un edificio a la altura. Y si te gustan el mundo del motor, aprovecha y pásate por el Museo de los Coches, situado justo en frente. Un escenario con olor a nuevo con el famoso puente 25 de abril al fondo.
Museos de Lisboa
Hay en Lisboa muchos más museos que los mencionados pues es casi un deber recalcar la riquísima vida cultural de la ciudad. Para estar al tanto de las exposiciones temporales y del día a día, lo mejor es echarle un ojo a la guía Time Out Lisboa donde además de la agenda cultural podrás encontrar información sobre restaurantes, espectáculos…
Si nos centramos en la vista a los clásicos, insisto, la oferta es amplia. Aunque la decisión final depende siempre de los gustos de los viajeros, hay algunas visitas casi casi casi obligadas. Como el Museo Calouste Gulbenkian, una colección privada donde se exhiben piezas de arte egipcio, oriental y europeo, joyas, pinturas… y el Centro de Arte Moderno,
propiedad de la Fundación Gulbenkian, con importantes obras de arte del siglo XX.
Otro centro que gusta mucho es el Museo del Azulejo, y el Museo del Fado. Para niños, quizá resulte curioso el museo de las marionetas.
Lisboa en familia
Hablando de niños. Lisboa es una ciudad cómoda para los viajes en familia. Sus calles peatonales, el siempre divertido tranvía, el buen clima… detalles que unidos ayudan que conquistar a los más pequeños.
Una de las mejores visitas con los pequeños es al ya mencionado Oceanario. Ubicado en el moderno Parque de las Naciones, presume por ser el más grande de Europa, en cuyo tanque central nadan tiburones, barracudas, peces de mil colores, peces luna… una parte de los casi 25.000 peces que habitan en este museo vivo dedicado al mar y que conviven con pájaros y mamíferos. Todo repartido en dos pisos en los que se recrean diferentes ambientes: tropical, polar, mediterráneo…
La visita al acuario puede durar dos o tres horas. Y después, otra propuesta divertida. Muy cerca está el acceso al teleférico que atraviesa el parque de norte a sur. Complementa la jornada tomando algo en alguna terraza mientras los niños corren por el moderno parque.
Comer en Lisboa
Presumen los portugueses de cocinar el bacalhau (bacalao) de mil y una maneras diferentes. No hay más que echarles un vistazo a las cartas de los restaurantes para comprobar que esa presunción debe de tener mucho de cierto.
Pero no puedo hablar de productos portugueses sin mencionar el flamante mercado de la Ribeira, donde la esencia de la Lisboa tradicional convive con una restauración moderna. A medio camino entre el Chiado y el Barrio Alto es una visita imprescindible para los amantes del buen comer y de alegrar la vista contemplando delicias sin rival. No solo hay puestos de venta de frescos, también restaurantes donde tomar algo, entre ellos apuestas gastronómicas de los mejores chefs portugueses.
Pero, ojo, los pescados tienen fama, es cierto, pero al hablar de Portugal tengo que hacer hincapié en los deliciosos postres. La repostería de Lisboa es especial y entre todas las exquisiteces hay una que destaca por encima de todas: los pasteles de nata Belem.
Los venden en muchos restaurantes y pastelerías, pero los mejores, con mucha diferencia, son los que se despachan en la mítica pastelería de Belem, localidad situada a las afueras de Lisboa y visita obligada. Son unas tartaletas de hojaldre rellenas de crema y bañadas en canela, realmente deliciosas. Su receta es un alto secreto. Exquisito es también el establecimiento, fundado en 1837 y cuya decoración se conserva original pero impecable, digna de otro tiempo.
Para llegar a Belem, lo mejor es coger la línea 15 del tranvía que, en 20 minutos, une la plaza del Comercio con el centro histórico de Belem. Una vez allí aprovecha para dar un paseo y visitar la torre.
En Lisboa son típicos los entrantes: pan con mantequilla salada, quesos… cuyo coste se incluye en la factura. Quien no esté de acuerdo con esta costumbre, puede pedir al camarero que los retire.
Un post de Nani Arenas, La Viajera Empedernida para Viajes Carrefour.