Vivieron en épocas muy diferentes, pero todas tienen algo en común: fueron protagonistas en un mundo de hombres y pasaron a la historia como auténticas heroínas.
Cleopatra (Cleopatra VII)
69 a.C -30 a.C. La imagen que nos ha llegado de la última reina del Antiguo Egipto es la de una mujer bella y seductora. Su prominente nariz y su supuesta afición por bañarse en leche de burra son algunas de las leyendas con las que asociamos a la joven faraona. Pero según el historiador de la época Plutarco, su atractivo iba mucho más allá del físico: era una mujer culta, interesada por la historia de su país y la única de su dinastía que aprendió la lengua egipcia (motivo por el que se ganó el favor de sus súbditos). Nació en Alejandría y ascendió al trono egipcio a los 18 años, obligada para ello a casarse con su hermano Ptolomeo XIII. Una conspiración organizada por su propio esposo hizo que huyera a Siria, pero regresó y convenció al César de Roma de que recuperara el trono para ella. Su inteligencia y astucia fascinó a Julio César primero y a Marco Antonio después. Una exposición sobre la reina de Egipto permanecerá en el Centro de exposiciones Arte Canal de Madrid hasta el 8 de mayo de 2016. Busca reflejar cómo el mito se ha apoderado del personaje histórico y lo hacen a través de pinturas, esculturas y hasta el manto real utilizado por Elizabeth Taylor en la película de 1963.

Sissi Emperatriz (Isabel de Baviera)
1837-1898. Nació en Baviera (Múnich) y pasó gran parte de su infancia entre esta ciudad y los parajes que rodeaban al castillo de Possenhofen. De espíritu libre, mantuvo una relación tormentosa con la vida que le tocó, pero manifestó un profundo amor por Hungría, país del que fue reina. La leyenda nos cuenta que vivía obsesionada con su imagen, orgullosa sobre todo de su larga cabellera. Pocos conocen que, mientras su peluquera personal le aplicaba mascarillas de yema de huevo y coñac, ella aprovechaba para estudiar otros idiomas, como griego. Su faceta de emperatriz viajera tampoco es demasiado conocida, a pesar de que la muerte la sorprendió en uno de sus viajes, en Ginebra. Los últimos años de su vida, viajó con frecuencia e incluso llegó a construirse una villa de verano en su isla griega favorita, la isla de Corfu. Las compañías de trenes austriacas le regalaron un set de vagones diseñados especialmente para ella, con luz eléctrica y decoración simple y elegante. Aún se conserva en el Museo de la Técnica vienés, pero para vivirlo en primera persona, visita la reproducción del Museo Sissi, en el palacio Hofburg, también en Viena. Allí también encontrarás las habitaciones imperiales en las que vivió y una amplia exposición con retratos, objetos personales y recuerdos de la emperatriz rebelde.
Marie Curie (Maria Sklodowska)
1867-1934. Física, matemática y química polaca, fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel, y la única persona en recibirlo en dos ámbitos distintos de la ciencia, en Física y en Química. Sus logros impresionan más allá del género, pero el hecho de que sea una mujer los hace, si cabe, más extraordinarios. La ciencia era entonces un campo mayoritariamente masculino: en Varsovia, donde nació, las universidades no aceptaban mujeres por lo que comenzó a estudiar ciencias por su cuenta. En esta ciudad puedes conocer la que fuera su casa, en la que se exponen varios objetos personales y fotografías de la investigadora. A los 24 años se trasladó a París, donde conoció a su marido Pierre Curie. Juntos, en una cochera reconvertida en laboratorio, descubrieron el radio y el polonio y sus aplicaciones en el campo de la medicina. El radio se convirtió en un elemento clave en la lucha contra el cáncer y ambos fueron galardonados con el Nobel de Física. Marie Curie fue también la primera mujer catedrática en la universidad parisina de la Sorbona. Fue pionera hasta en su muerte, ya que fue la primera de su género en ser enterrada en el Panteón de París por méritos propios. Además de su tumba, en la capital francesa puedes visitar el Museo Curie.
Frida Khalo (Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón)
1907-1954. Ha sido descrita como ‘una de las grandes divas de la historia’, y lo cierto es que hoy los cuadros de esta artista mexicana se pagan más que los de cualquier otra pintora feminista. Formó parte de la primera generación de mujeres que completó la Preparatoria Nacional de México y su curiosa personalidad la llevó a conocer a grandes iconos del siglo XX como Pablo Picasso, André Breton, León Trotsky y el poeta Pablo Neruda. La temática de su obra gira en torno a su vida, poco convencional, y a su propio sufrimiento e incomprensión. Sus célebres autorretratos, coloridos, pero muchas veces llenos de dolor, ilustran la trágica biografía de la pintora latinoamericana. A los seis años tuvo polio, un accidente de tráfico a los 18 le impidió tener hijos y su matrimonio con Diego Rivera atravesó varios momentos dificiles. Aún así, Frida ha pasado a la historia como una mujer fuerte, revolucionaria y única. La Casa Azul donde nació y murió es hoy el Museo Frida Khalo. Está en Coyoacán (México) y allí se muestran sus objetos personales de una manera en la que parece que la artista sigue viviendo en ella. A pesar de vivir en distintos lugares, como Nueva York y San Francisco, Frida siempre regresó a su casa, donde estaba su universo creativo.