Lugar paradisíaco y privilegiado en el que se congregan gentes de muy diversa procedencia, unas en peregrinación al santuario donde se venera a Nuestra Señora la Virgen de las Angustias y otras para disfrutar de las delicias de sus medicinales y cristalinas aguas ferruginosas, ya alabadas desde la Antigüedad.
Desde el maravilloso enclave del hotel se divisa, como si de Atalaya se tratara, bancas cortijadas en medio del fértil valle que lentamente desciende hacia el barranco para ser regado por las frías y cristalinas aguas del río truchero de Trevelez. Hacia arriba, el macizo esculpido salvajemente por las aguas del milenario torrente, producido por los deshielos de las eternas nieves de Sierra Nevada y siendo culminado por la sierra del Conjuro, de color rojo violáceo, herida desde sus entrañas por la extracción de su mineral de hierro. Ya explotadas desde la Antigüedad por distintas culturas, desde la íbero-romana, pasando por la musulmana y llegando a nuestros días.