Siento admiración por las grandes cascadas, por los saltos de agua imponentes capaces de levantar fronteras entre países y ser tan venerados tanto por las antiguas culturas como por las actuales.
Teníamos un nuevo destino: las únicas cascadas incluidas entre las 7 Maravillas Naturales del planeta.
Cataratas de Iguazú
Cuenta la leyenda que la gigante serpiente Boi vivía en el río Iguazú, a la que los aborígenes veneraban con el sacrificio de una doncella al año. Sin embargo, un guaraní enamorado de la última condenada a satisfacer la ofrenda anual al monstruo, rescató a la joven de las fauces de la bestia. Boi entró en cólera y con su enorme cuerpo partió el río en dos, separando a los enamorados para siempre y al curso de Iguazú en el abismo de la Garganta del Diablo.

Hace casi 500 años, el explorador jerezano Álvar Núñez fue el primer europeo en encontrar este regalo de la Madre Tierra en medio de la selva, que bautizó como ‘Saltos de Santa María’. Más tarde, el nombre que se impuso fue el original de idioma guaraní: ‘Iguazú’, que significaba ‘agua grande’.
El área donde se sitúan las cascadas está protegida y constan de casi 300 saltos de agua de todos los tamaños. La mayor parte de las cataratas están en el lado argentino, pero desde el brasileño se tienen las mejores vistas. El gran protagonista es la Garganta del Diablo, un salto de casi 100 metros que se puede disfrutar desde todos los ángulos gracias a las pasarelas que hay construidas donde nace, y en la zona que estalla contra las rocas en la base del río.
“Desde Brasil se ven las cataratas, y desde Argentina se viven”:

Según la estación, el caudal y el color de las cataratas varía. Nosotros fuimos a finales de marzo y las cascadas eran marrón rojizo, fruto del agua que arrastraban las lluvias al norte del país y de la arena arcillosa del fondo de las corrientes.
Cogimos un vuelo directo desde Río de Janeiro a Foz, el pueblo carioca limítrofe con Argentina y Paraguay donde está instalado el Parque Nacional do Iguaçu, que conecta con las cataratas por el lado brasileño.
Cada cartel publicitario, cada nombre de hotel, cada señal se refería a las cascadas. Son el principal atractivo sobre el que gira la economía local de una modesta comarca.


Estaba atardeciendo y nos hospedamos en un hostal discreto, a quince minutos andando de la entrada del Parque, y al lado de la pista de aterrizaje del helicóptero que volaba constantemente hacia las mejores vistas de la garganta. Cenamos arroz, fajitas y sandía antes de rendirnos en la cama para aprovechar al máximo el día siguiente.
Vuelo en helicóptero
Amanecimos con tantas ganas de fundirnos con las cascadas que no esperamos al desayuno. El cielo amenazaba con encapotarse y no queríamos perdernos la función desde el aire. Comimos un tentempié en el camino hacia la primera parada, y por poco más de 100€ nos lanzamos a disfrutar de una de las actividades que más ganas teníamos de vivir.

Las hélices del helicóptero hacían que no escucháramos nuestras propias voces hasta que estuvimos dentro del habitáculo, un morro acristalado con vista panorámica. El piloto despegó decidido y en pocos minutos veíamos a lo lejos la fumarola de varios metros de vapor de agua que escupía la grieta en el suelo.

Fue el primer contacto visual con un espectáculo natural que sobrecoge el corazón. Vimos el conjunto de cascadas en forma de ‘J’ invertida que abría la tierra. Nos acercamos tanto que podíamos ver perfectamente a cada visitante que estaba caminando por las pasarelas del Parque. Sólo a vista de pájaro pudimos contemplar la inmensidad de un regalo magnánimo que escondía el rugir de la selva. Merece la pena recorrer medio planeta para ver esta imagen con tus propios ojos:

Paseo brasileño en el Parque Nacional do Iguaçu

Tras verlas desde el aire, las queríamos tocar. Nos adentramos dentro del Parque Nacional do Iguaçu y cogimos un autobús ecológico que desembarcó en una de las panorámicas más espectaculares. Lo malo es que la lluvia nos visitó por sorpresa, tampoco se lo quiso perder.

El camino se abría paso a través de la espesa jungla mientras varios coatíes se acercaban a pedirnos comida, y otros dormían plácidamente.

Se recomienda no alimentarles, tienen uñas y dientes muy afilados. Doy fe. Además, es fácil encontrar todo tipo de animales salvajes. Los carteles del parque te recuerdan que debes tomar precauciones.

El recorrido terminó donde muere la Garganta del Diablo. Un rugido ensordecedor y envolvente que truena hacia el cielo en una caída al vacío constante de millones de litros de agua a cada pestañeo.

Viaje en barco hacia la Garganta del Diablo
Queríamos empaparnos de cataratas, literal. Nos montamos en una barcaza rápida acompañados de más aventurados intrépidos y nos dirigimos donde se funden los saltos de agua con el caudal del río. Una explosión de espuma, ruido y el líquido elemento que impide que la lancha se acercara demasiado. La fuerza de la cortina de agua y el impulso de la corriente nos expulsaba con fuerza. Fue como navegar al ojo de un huracán en medio de una tormenta.



Rafing en el Río Iguazú
Queríamos más. Estábamos incrementando la intensidad de la acción e íbamos a por el colofón en aguas brasileiras. Sara y yo, sólo acompañados por dos guías que remarían con nosotros, nos lanzamos a surcar las aguas desatadas de un río que nos había declarado la guerra. Si eres un aventuhero de pro, no te lo puedes perder.

Lado argentino
Estaba anocheciendo. Cruzamos el puesto fronterizo y nos dirigimos al hotel situado en el corazón del Parque de Iguazú en tierras argentinas. Desde la terraza se escuchaba el sonido ensordecedor al que ya nos habíamos familiarizado. Si desde Brasil se disfruta de la película, al día siguiente íbamos a vivir ‘in situ’ del decorado.
En este lado hay tres caminos que permiten vivir intensamente cada rincón de las cascadas desde diferentes niveles.

Paseo Inferior
Un brillante sol nos dio los buenos días y la oportunidad de disfrutar de esta maravilla de la naturaleza con otro color. Salimos del hotel y nos encontramos con lo que parecía un enorme faro blanco, que utilizamos como referencia. Comenzamos el descenso del recorrido por una escalinata escarpada en la propia tierra y de nuevo varios coatíes nos dieron la bienvenida. Una exuberante jungla nos envolvía por una cara del paseo mientras que por la otra los huecos entre las ramas nos permitían disfrutar de la parte inferior de los saltos de agua.


El final del camino era el mejor punto del recorrido. Guarda tu móvil, tus cámaras y todo lo que no se pueda mojar. El llamado salto Bosseti caía a través del precipicio y parecía que nos iba a engullir en una explosión feroz de agua que rompía a nuestros pies.


Paseo Superior

Volvimos al faro y recorrimos el camino superior. La vida puede cambiar al completo si se la mira desde otro ángulo.

Atravesamos mirando a los ojos al salto Dos Hermanas, el llamado Bossetti, el Chico… son sólo nombres para unas cascadas que te robarán el alma.

Garganta del Diablo
Nos quedaba el último bocado a las cascadas y era el más prometedor. La guinda, la Garganta del Diablo. Desde hace varios años, un tren transporta a los visitantes y los deja a un kilómetro de la caída más grande de todo el recorrido, distancia que tendríamos que resolver a pie. Caminamos a través de una pasarela, serpenteamos sobre el circuito acompañados de mariposas de todos los colores que revoloteaban a nuestro paso y alcanzamos el balcón al abismo más impresionante que he visto nunca.

Un mirador hacia lo que parecía el fin del mundo, donde no escuchas tu propia voz debido al estruendo descomunal de un enfurecido río que parece viajar contra su voluntad hacia el más allá. Es como si una mano hubiera quitado un tapón gigante en el fondo del caudal y se estuviera precipitando el planeta entero por el desagüe.
Gran post. Recomiendas alojarse dentro del parque?
Un saludo Aventureros!
Pedazo de aventura!! Las cataratas son increíbles, pero el poder verlas en helicóptero y desde la lancha debe ser una experiencia inigualable…Envidia!